UNA MISIÓN DE CARÁCTER CULTURAL

La FUNDACIÓN DEL PATRIMONIO FERROVIARIO es una entidad privada que tiene como objeto social, a modo de lo que ocurre en el resto de Europa, la preservación y puesta en valor de nuestro patrimonio histórico en materia ferroviaria. Un patrimonio que procede de la que ha sido nuestra rica y dilatada evolución histórica en este campo a lo largo de más de 150 años.

Así, pues, su objetivo se orienta al rescate, restauración y puesta a disposición del conjunto de nuestra sociedad de todo aquello que por su importancia, significación y representatividad, en el marco de lo que ha significado esa prolongada trayectoria histórica, merezca ser conservado y transmitido en las debidas condiciones a las generaciones venideras. Una misión a la que, aunque sólo sea por estricta responsabilidad social, estamos obligados y a la que no podemos renunciar.

Tales planteamientos incluyen, como no podía ser de otro modo por su importancia, el material ferroviario. Así, son objeto de la debida atención, locomotoras (de vapor y de otros tipos), coches de viajeros (de diferentes clases y tipologías), vagones de mercancías (destinados a sus respectivas y específicas funciones), así como vehículos de servicio u otros vinculados a la explotación.

Por otra parte, cabe igualmente prestar atención a las diferentes instalaciones ferroviarias que hacen posible la explotación de cualquier red de ferrocarril. Tanto a las que forman parte básica de la infraestructura (vía, puentes, túneles, trincheras, viaductos, etc.), como a las vinculadas al desarrollo de la propia actividad (estaciones, depósitos, talleres, casillas, pasos a nivel, etc.).

005También cabe tener en cuenta el resto de elementos que intervienen en la praxis ferroviaria (placas giratorias, carros transbordadores, fosos, depósitos de agua, etc.), así como los vinculados directamente a los propios procedimientos de la explotación (marmitas, aguadas, grúas, señales, etc.).

En este apartado cabe prestar una especial atención a algo que ha llegado a estar en práctico trance de desaparición como son los antiguos oficios ferroviarios. Tanto aquellos vinculados al material de explotación o a talleres, (maquinistas, fogoneros, caldereros, herreros, forjadores, ajustadores, etc.), como a la explotación en su conjunto (jefes de estación o de depósito, encendedores, conductores, guarda-agujas, factores, guarda-barreras, visitadores, lampareros, telegrafistas, etc.).

La garantía de futuro de estos antiguos oficios no sólo constituye un importante objetivo cultural en sí mismo por tratarse de un patrimonio colectivo insustituible, sino que es, también, una forma de garantizar la correcta conservación y empleo operativo del propio material de explotación y elementos auxiliares, de acuerdo con los parámetros fijados para su debida utilización.

En esa línea, el planteamiento de la FUNDACIÓN DEL PATRIMONIO FERROVIARIO, tomando también como ejemplo numerosas iniciativas europeas, se dirige a crear realidades «vivas» (alejadas de superados conceptos), en las que personal, material y procedimientos operativos definen escenarios globales caracterizados por la interactividad.

Especial aspecto lo constituye a este respecto, cuando las circunstancias lo aconsejan, la llamativa presencia de figurantes ajenos a la explotación ferroviaria, rigurosamente vestidos de época. Sus levitas, chisteras, polisones y otros atavíos logran definir, en conjunción con los antiguos uniformes ferroviarios exhibidos por el personal, un ambiente singular caracterizado por la más rigurosa coherencia.

Así, pues, mediante la oportuna puesta en valor de toda una pléyade de realidades estrictamente ferroviarias y el añadido de ese significativo conjunto de llamativos y espectaculares elementos externos, viene a configurarse un escenario cultural único e impagable que brinda la oportunidad de sumergirse, a través de una señalada experiencia vital, en cuanto tenía que ver con el ferrocarril de antaño.

Con todo ello queda cumplido el ambicioso objetivo fijado al conseguir poner a disposición de la sociedad española una realidad integral propia de otras épocas, y prácticamente olvidada, en unas condiciones materiales de recreación que no sólo permiten a sus miembros contemplarla en calidad de espectadores, sino vivirla intensamente en primera persona.

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Además del papel que a este respecto deben jugar en todo momento las diversas administraciones, a las que cabe la insoslayable obligación de introducir permanentemente aquellos instrumentos capaces de contribuir al aumento del nivel cultural de la sociedad, la voluntad del sector privado por encabezar este proceso de rescate patrimonial va siendo cada vez más importante.

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Porque si algo ha mostrado con claridad la crisis económica iniciada con la entrada del siglo XXI ha sido lo frágiles que resultaban algunos de los posicionamientos vigentes respecto a la preservación de nuestro patrimonio industrial. Sobre todo por la diferente estructura cultural de la sociedad española en comparación con la del resto de países de Europa.

Esa esperanzadora voluntad de participación se refleja en el creciente número de entidades de diferente naturaleza que, llevadas de los cada vez más exigentes criterios en materia de responsabilidad social corporativa, se muestran cada vez más decididas a colaborar con la ambiciosa actuación socio-cultural emprendida. Entre ellas, además de pequeñas y medianas empresas, empiezan a figurar algunas de las principales empresas del país.

Así, pues, la clave de la iniciativa puesta en marcha radica en la conjunción de tres factores esenciales : 1.- Una intensa labor de rescate de conocimientos, material y procedimientos, actualmente en trance de desaparición. 2.- Un decidido compromiso del sector privado por participar en el proceso de puesta en valor de todo un acervo cultural que no es sino parte de nuestra propia idiosincrasia. 3.- La participación del conjunto de nuestra sociedad, a través de su lúdica implicación participativa, en un proceso de afianzamiento cultural a través de una experiencia personal de carácter único.